Tres retos del transporte de los productos frescos

Escuchen comerciantes minoristas: es hora de reducir el desperdicio con el control de calidad de la tienda conectado

Con la creciente demanda de una amplia variedad de frutas y hortalizas, cada año aumenta el volumen de productos frescos que se transportan en todo el planeta. Entre los años 2001 y 2019, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reportó que esta cifra aumentó de 170 a 250 millones de toneladas.

Sin embargo, el transporte de producto fresco a esta escala no es cualquier cosa. Hay una serie de desafíos que los involucrados enfrentan en toda la cadena de valor para gestionar esta enorme tarea. Demos una mirada a tres de los problemas más importantes.

1. Mantener el control de la temperatura

Uno de los retos más críticos asociados al transporte de productos frescos es mantener la temperatura. Para garantizar el control de calidad y evitar el desperdicio, el producto fresco debe ser transportado y almacenado a temperaturas específicas. Almacenarlo o transportarlo a la temperatura incorrecta puede ocasionar maduración prematura, pudrición y pérdida de sabores y valores nutricionales.

Igualmente, las necesidades son diferentes para cada producto, y algunas frutas frescas deben ser transportadas en camiones y contenedores refrigerados, mientras que otras a temperatura ambiente. Puede ser complejo mantener la temperatura correcta de los diferentes cargamentos, especialmente durante el transporte de larga distancia, el almacenamiento y manejo en caso de transbordo, o al manipularlo en condiciones climáticas extremas.

Cuando el producto llega a su destino, no siempre es fácil saber si se ha mantenido el control de temperatura óptimo. Para detectar las áreas problemáticas en la cadena de valor puede ser de utilidad medir objetivamente la calidad del producto en las diferentes etapas.

2. El tiempo de almacenamiento

Las frutas y hortalizas frescas no son ropa ni libros. Se pueden almacenar un tiempo relativamente corto, y entre más rápido se puedan transportar y entregar, menor será el desperdicio y mayores opciones tendrán las empresas comercializadoras, mayoristas y minoristas. Para esto es necesario tener redes de transporte y logística eficientes, que aseguren que el producto se entregue en su destino de manera oportuna. Cualquier cosa, como la mala manipulación o el embalaje incorrecto puede afectar negativamente su vida útil.

No siempre se tiene control de la vida útil. Aspectos como la temperatura, luz, humedad e impactos pueden hacer diferencia en su vida útil, y ciertas frutas suaves, por ejemplo, se pueden dañar en cuestión de días si el almacenamiento y el transporte no son precisamente lo que necesitan. En algunos casos, la vida útil se determina durante la cosecha, mucho antes del transporte de las frutas y hortalizas. Es posible que el producto no alcance todo su potencial y se reduzca su vida útil si es cosechado demasiado temprano o tarde.

Por lo tanto, para cada elemento de la cadena de valor es fundamental tener visibilidad de las frutas y hortalizas frescas, para determinar los problemas que existan, desde la cosecha hasta el almacenamiento, que puedan afectar la vida útil.

3.    La conformidad con reglamentos y cumplimiento

Otro asunto crítico que se debe tener presente es el cumplimiento. En cada lugar existen requisitos diferentes para el transporte de productos frescos, lo que incluye reglamentaciones de seguridad alimentaria, normas de calidad, e incluso, requisitos respecto al etiquetado del producto mismo. Si las organizaciones no los cumplen, pueden ser objeto de multas y sanciones fuertes, y sufrir recogidas de producto e impacto negativo en su reputación comercial.

Por ejemplo, en los Estados Unidos, la Ley de Modernización de Seguridad Alimentaria (FSMA) obliga a los agricultores y distribuidores a seguir directrices específicas sobre la seguridad alimentaria, lo que incluye formación para todos los empleados, sanidad adecuada y pruebas de agua. No cumplir estas directrices puede ocasionar multas, e incluso cargos penales.

Además de las reglamentaciones de seguridad alimentaria, también existen normas de calidad y requisitos de etiquetado que se deben seguir. Algunos países exigen que el producto esté etiquetado con el país de origen, mientras que otros obligan a cumplir grados o normas de calidad específicos. Algunos ejemplos son:

  • USDA: En Estados Unidos, el Departamento de Agricultura tiene normas de clasificación estrictas para determinar la calidad del producto, que tienen en cuenta el tamaño, forma, color y los defectos.
  • Unión Europea: La Unión Europea exige que quienes trabajan con productos frescos sigan reglamentaciones estrictas sobre control de calidad, que incluyen normas de cumplimiento del uso y trazas de pesticidas en las frutas y vegetales.
  • JAS: La Norma Agrícola Japonesa clasifica y etiqueta el producto fresco de la «A» a la «C», de acuerdo a los defectos, color, tamaño y otros aspectos.

En Canadá, Australia y otros países también hay normas similares.

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Si trabaja con productos frescos, no puede permitirse hacerlo a ciegas, no cuando el volumen de frutas y hortalizas que se transporta aumenta tan pronunciadamente cada año, y el margen de error se reduce de cara a la realidad de las volátiles condiciones climáticas y los costes en aumento. Necesita información sobre la calidad real de sus productos, en cada etapa, y entre más temprano mejor. También podemos apostar que contar con analíticas en tiempo real, que puedan optimizar el suministro adecuado para las especificaciones del cliente, no le hará daño.

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